Wednesday, June 29, 2011

Apologética Encarnada

¡En esa iglesia son unos hipócritas! Esa esta es una de las respuestas más comunes que he encontrado en muchas personas en mi comunidad acerca de las iglesias. Tal vez yo podría argumentar inmediatamente que las personas están solo inventando excusas para no acercarse a Dios. Tal vez las estén inventando. Sin embargo, la realidad es que como cristiano, mi forma de vivir y actuar diariamente en todo tipo de circunstancias viene a ser una evidencia de lo que ha ocurrido dentro de mí. Siendo muy honesto, es mucho más fácil tratar de entender el evangelismo como una mera transferencia de información, sin que esto me comprometa a tener que vivir lo que predico. De hecho, esto fue precisamente a lo que Jesús se refería cuando hablaba acerca de la actitud de los fariseos: “Así que ustedes deben obedecerlos y hacer todo lo que les digan. Pero no hagan lo que hacen ellos, porque no practican lo que predican.”1 Es evidente que ellos enseñaban una cosa, pero su manera de vivir era completamente distinta. Es por ello que aquí es pertinente abordar el tema de la “Apologética Encarnada”. Estoy muy de acuerdo con la definición que el autor Wheeler hace acerca de la apologética “encarnada”: “Es el estilo de vida representado pública y privadamente de la vida de un cristiano que valida ante el mundo las verdades absolutas de la Biblia.”2 El no vivir lo que predico llega a ser una contradicción de términos. El mundo ya está cansado de tantos cristianos que disfrutan estar pelando con otros grupos religiosos acerca de quién tiene la razón. Estoy consciente que lo que está en juego aquí es el proclamar la verdad de una manera clara e inalterada. No obstante, no se puede divorciar la tarea de encarnar lo que predico del presentar una defensa clara y amorosa de mi fe. Como dice Wheeler: “De acuerdo con la Escritura, la única piedra de tropiezo para el incrédulo debe ser la cruz, no las acciones antibíblicas de aquellos que claman haber sido redimido a través de esa misma cruz.”3 Dios me guarde de llegar a ser un cristiano que con mi manera de vivir, pueda llegar a ser una piedra de tropiezo para el perdido. Aquí está la esencia del reto al que me enfrento como creyente: Debo ser sabio en entender la conexión existente entre lo que creo y mi manera de vivir para que haya un balance entre ambas. En humildad debo someter cada área de mi vida al Señorío de Cristo para que Él viva Su vida a través de mí. Como concluye Wheeler: “Una vida encarnada demanda una rendición, no solo a las palabras de Cristo, sino también a Sus acciones. Los cristianos deben ser primeramente siervos.”4
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1. Mateo 23:3. Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, 1999.

2. David Wheeler, Artículo “Incarnational Apologetics” (Liberty University), p. 1.

3. Wheeler, p. 1.

4 Wheeler, p. 6.

Siendo Sal y Luz de la Tierra

Soy sal y luz de la tierra.1 ¿Qué significa esto para mi? Que mi vida tiene propósito. Dios me ha escogido para brillar en este mundo lleno de maldad y oscuridad. También significa que a través de mi vida, yo puedo traer sabor y propósito a las vidas insípidas y faltas de dirección de tantas personas. Desde pequeño, uno de los valores que me fueron transmitidos fue el de recibir todo el conocimiento posible. Conforme fui creciendo, se me hizo fácil pensar que al tratar de evangelizar a otros, lo que la gente necesitaba era meramente información de qué hacer para ir al cielo y evitar ir al infierno. Con una sola fórmula o método era suficiente para poder cumplir con mi tarea de hablarles a otros de Cristo, sin la necesidad de involucrarme con las personas. Cuán equivocado estaba. Muchos al verme, tenían la idea que yo era de los que no fumaba, no tomaba ni bailaba. A esto se reducía me testimonio: No fumaba, no tomaba, no bailaba, no visitaba lugares de perdición, no participaba en fiestas con pecadores. En fin, para todo mi respuesta era prácticamente no, no y no. Sin embargo después descubrí que la vida de Jesús demostró completamente lo contrario. Él prefería estar con la gente en necesidad y tenía compasión de ellos ya que eran como ovejas sin pastor.2 Debido a esto se ganó la reputación de ser amigo de pecadores y de comer con ellos.3 Agradezco a Dios que ahora puedo comprender para alcanzar a las personas se requiere ajustar mis métodos o formas, dado que cada persona requiere diferentes acercamientos evangelísticos.4 He encontrado que en ocasiones muchos métodos están opacados por el legalismo y la tradición. La gente en esta era postmoderna no necesita saber cuánta Biblia sé, o cuántos pasajes puedo recitar de memoria. A ellos lo que les interesa es saber si soy real y transparente. Es sorprendente como Dios, siempre está preparando el terreno para que yo pueda plantar y regar la semilla del evangelio, confiando que Él dará en crecimiento.5 A mí solo me corresponde ser obediente en llevar el mensaje. Cuanto necesito aprender de la historia del cristianismo. El cristianismo puede ser comparado a un virus que es propagado espontáneamente y que no está sujeto a programas o métodos. Como menciona el autor Greg Stier: “Cuando Jesús invade nuestras vidas, Él quiere que cada aspecto de cada vida cristiana esté completamente bajo Su control, y Él no se detendrá hasta que eso suceda.”6 Es por ello que mi tarea al compartir mi testimonio personal es ganarme la confianza de las personas de una manera inofensiva y efectiva para que Él llegue a ser también el Señor de sus vidas. Es necesario que la gente sepa que soy un ser humano como ellos, que ha cometido errores, y que la única cosa que me diferencia de ellos es que he sido perdonado de mis pecados y que tengo vida eterna.
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1. Mateo 5:13-16. Santa Biblia. Nueva Versión Internacional, 1999.

2. Marcos 6:34. Santa Biblia. Nueva Versión Internacional, 1999.

3. Lucas 7:34, 19:10, Mat. 9:9-11. Santa Biblia. Nueva Versión Internacional, 1999.

4. Dave Earley & David Wheeler, Evangelism is… How to Share Jesus with Passion and Confidence (Nashville: B&H Publishing Academic, 2010), p. 82.

5. 1 Corintios 3:6-9. Santa Biblia. Nueva Versión Internacional, 1999.

6. G. Stier, Outbreak (Chicago, IL: Moody, 2002), p. 24.